Archive | March 2017

Del otro lado de la vereda

El lunes pasado me enfrenté a una situación totalmente novedosa para mí, estar al otro lado de la vereda.

Gabisauria estaba de cumpleaños y llevó quequitos para compartir con sus compañeros y tías. Me esmeré en un merengue bellamente rosado, decorado con una guinda (Gabi me dijo, mamá, para otra vez no le pongas guindas, casi todos los niños se la sacaban). Eran APLV aptos y libres de maíz, pero no libre de gluten, y una de las tías no pudo comerlos pues era celiaca.

Me sentí horrible, llevaba cosas especiales para comer y ella no iba a poder compartirlas. De repente sentí como se deben sentir Pipe, Gabi y muchos otros niños alérgicos que miran mientras los demás comen de una torta o galletas que se ven ricos, manos vacías, bocas vacías, ¿en qué pensarán ellos cuando viven esa situación? Mi esfuerzo para esas ocasiones es que no les falte comida de la que pueden comer, para que al menos sus manos y bocas no estén vacías, pero lo que yo les mando es visualmente distinto (sobre todo entre tanto cupcake y candy bar) y no está en la misma mesa.

Ese día me deshice en disculpas y me dieron ganas de ir a preparar o comprar un queque para celíacos, pero lunes 7:45 am, no era viable.

Entró en mi lista de desafíos culinarios un queque sin gluten, porque todos tenemos el derecho a compartir junto a los demás los alimentos de una celebración, pues esta es parte esencial de nuestra cultura. Y porque quiero que todos compartan decido cruzar a la vereda de al frente, ¡bienvenida harina de coco y arroz!

 

Pd1: mis agradecimientos infinitos a todos los que han puesto un plato en la mesa del cual si pueden comer mis hijos.

Pd2: no hay fotos de los quequitos pues olvidé tomarles una.

Etiquetas

Ultimamente estoy cansada de leer etiquetas, no hay ninguna dicha en estar leyendo esa letra chica, que además leo dos veces (incluso tres o le pido a Juanjo que me confirme lo que leí, y él lo lee además dos veces para estar seguro, por lo que le dedicamos finalmente como 5 minutos al paquete de galletas leyendo al menos 5 veces sus ingredientes, además de discutirlos) por si se me pasó algo en la primera. Y una de las cosas que más me agota e irrita de esta lectura es ¡que me cambian los ingredientes de productos que ya tenía chequeados! ya sean como aceptados o como rechazados. Y no, no es ninguna alegría que ahora puedan comer pan pita Ideal y no solo los Castaños como antes, primero porque tengo que revisar todas las variedades de pan pita Ideal; segundo, eso no me asegura que entre en la canasta de los alimentos tolerados pues, ¿cuándo me cambiarán de nuevo la receta?; tercero, y lo más importante para mí, ¿cómo educo a los sauritos? ¿cómo les enseño cuáles  alimentos aceptar si me estan cambiando los ingredientes?! ¿Simplemente les restrinjo innecesariamente el espectro de productos que pueden comer? Si, restrinjo su repertorio de productos aptos y cada cierto tiempo, releo los ingredientes de los que consumen.

Galletas, panes, embutidos, margarinas, yogurt, pastas, golosinas, enlatados, colados, ketchup, todo, absolutamente todo se lee, incluso me tocó leer una vez los ingredientes de una pasta de dientes que finalmente era la que le provocaba reacción a Gabi, y todo se relee cada cierto tiempo. Hace un año atrás los niños estaban con reacción, no sabía que es lo que era, puesto que no había nada nuevo y habían estado solo conmigo, por lo que haber comido algo afuera no era posible, hasta que tocó el turno de releer el pan de molde Castaños integral light y ahí, como último ingrediente estaba la “leche descremada” ¡Grande fue mi cabezazo contra la muralla! porque aunque sea por negligencia, era mi responsabilidad haberles dado ese alimento.

Quiero que pronto llegue el día en que no tenga que leer ni releer ninguna etiqueta, solo comprar algo porque me gusta, porque su relación precio calidad me parece bien o porque está en oferta, y no porque es lo que si pueden comer Pipe y Gabi.

No reniego de la facilidad y el ahorro de trabajo que da el comprar cosas elaboradas, ni la alegría de poder comprarles cosas industrialmente hechas, sobre todo porque se siente un poco más “normal” la vida, pues comen cosas que comemos todos. Pero encontrarme con esa variación en los ingredientes es irritante, pues me hace dudar de lo que leí las otras veces y me hace dudar de mi lucidez para cuidarlos, además de provocar reacciones alérgicas en los sauritos.

Este último tiempo he puesto en duda que vaya a dejar de leer los ingredientes, así que por mientras podrían tener la consideración de avisar el cambio con rotulados como “nueva receta”, “ahora con más sabor”, qué se yo, algo que me ayude en la tarea de leer y releer ingredientes.

Se va volviendo cotidiano

El sábado pasado invitamos a un par de amigos a almorzar. El menú era reineta al horno, acompañada de cuscus con arvejitas, tomate y ensalada de berros con brotes de alfalfa y mostaza. Por logística, primero almorzaron los niños (de ahí dormían siesta) y después nosotros (los grandes). Al servir nuestros platos tomé conciencia que íbamos a comer lo mismo que comieron los sauritos, más aún, que nuestras visitas iban a comer los mismo que Pipe y Gabi, y fue tan extraño… pero en el fondo lo que me produjo fue alegría, una gran alegría que incluso me hizo sonreir, sonreirme sola en la cocina y recordar…

Mis recuerdos aparecieron como una cronología inversa, desde lo más reciente hasta un poco más de tres años atrás.

A veces compartíamos la misma comida, lo cual provocaba una alegía enorme en los niños, pues comían lo mismo que los demás, sus caritas me traspasaban una sensación de orgullo como cuando los niños se sienten grandes por algo que lograron hacer y que solo hacían los mayores.

Un poco más atrás, ellos siempre tenían su comida especial, incluso había eliminado de las preparaciones algunos ingredientes que no comía Gabi, pero que si comía Pipe: choclo, zapallo italiano y pollo, así no preparaba…

Al principio preparaba dos ollas de comida, una para cada uno, pues eran tan pocas cosas que comía Gabi, que no me servía esa restricción para Pipe (así como fue alguna vez él el que pasó meses comiendo las mismas 5 cosas).

Y así hemos avanzado. No veo que estemos llegando al final, asunto que me tiene disconforme, pero si me paro en el medio de este largo camino que hemos recorrido y miro hacia atrás, mis recuerdos comienzan a perderse entre las telarañas que va tejiendo el tiempo y reconstruyo mi realidad con el ahora, lo que se va haciendo cotidiano.

Regreso a la cocina, los platos ya están servidos, uno para Paula, otro para Javier, uno para Juanjo, otro para mí y dos más pequeños, para Felipe y Gabriela.

Galletas, experimento nº82

Esta es la misma receta de galletas de limón de un post antiguo, pero incorporé un poco de manzana rallada para aportar humedad y no correr el riesgo a que se endurecieran al día siguiente; luego, miré la masa y me pareció que un poco de textura le vendría super bien, así que le tiré un puñado de avena (en realidad, se me había pasado la mano con el agua, tenía que solucionar eso si o si, pero elegí avena en vez de más harina).

Los niños eligieron decorar con estrellas y corazones, mi opción eran pasas, pero no tuve quórum, azúcar y colores ganó.

Las galletas quedaron riquísimas, blandas y de muy buena textura. Eché de menos un poco más de azúcar, quizás la avena y manzana (estaba ácida) extra le quitaron dulzor, pero las cortaba como si fueran scones y les ponía dulce de manzana casero… enviciante.

 

Galletas, experimento nº82

 

Ingredientes

180 gr harina

50 gr chuño (o maicena, según alergia)

100 gr azúcar

1 cucharadita polvos de hornear (¼ cucharadita de bicarbonato más ½ cucharadita de cremor tártaro)

4 cucharadas de aceite

1 puñado de avena

ralladura de 1 limón

½ manzana rallada fina (la manzana sustituye la leche de soya de la receta original)

agua necesaria para unir los ingredientes y formar el bolo de masa

 

Preparación

Mezclar todos los ingredientes secos.

Añadir la ralladura de limón, aceite y puré de manzana. Revolver, integrando bien, agregar un poco de agua si le faltara humedad a la masa.

Con una cucharita poner porciones de masa en una lata. Decorar con pasas, frutos secos, mostacillas, etc.

En horno precalentado, hornear por 12 minutos a 175 C.

 

galleta_82