Alérgico alimentario de visita

Hace algunas semanas Felipe invitó un compañero a la casa. Este compañero también es alérgico, y tiene más restricciones que Felipe, pero 10 años de experiencia en el rubro, da calle.

La verdad es que me sentía bacana, me peinaba con la selección de alimentos, incluso la mamá le iba a mandar una lonchera, le dije que no era necesario y confió en mí. También me sentía bacana porque al fin alguna criatura iba a disfrutar la comida que sirvo, pues mi queque, aunque rico, no es igual al queque envasado con exceso de grasa y azúcar.

Dada la nueva restricción de Felipe y las alergias del compañero, mi receta básica de queque no podía tener leche, maíz y trigo, ni azúcar refinada.

Pocos días antes estuve conversando con una chica que es celiaca y alérgica alimentaria, y me dio tips para trabajar las masas cuando no llevan harina de trigo. Tiene una tienda donde vende productos sin gluten, sin leche, sin soya y sin huevos, también tiene sus propias preparaciones: calzones rotos, sopaipillas, empanadas, panes y tortas (a pedido), pueden vitrinear todo en su instagram @_exceptogluten_

Quequitos individuales apilados.
Quequitos de harina de arroz

La receta original, con el cambio de ingredientes, quedó así:

2 tazas mezcla harina de arroz y chuño (2/3 harina de arroz, 1/3 chuño)

1 taza panela

2 huevos

1 cucharadita bicarbonato

1 cucharada vinagre

4 cucharadas aceite

1/4 taza de agua

Batir las claras a nieve, agregar yemas, aceite, vinagre, azúcar.

Añadir mezcla de harina y bicarbonato. Incorporar bien.

La masa debe quedar más líquida que la tradicional.

Hornear por 10 minutos si son quequitos individuales, demoran menos que la masa tradicional, hay que estar ojo. Yo les puse el mismo tiempo de siempre y se me tostaron un poco.

Quequito partido verticalmente por la mitad sobre un plato.
Quequitos de harina de arroz

La masa del queque hecho quedó esponjosa, no se desmigajaba y solo un poco más seca que uno tradicional. Lo que sí, al día siguiente se habían resecado mucho, pero nada que una cucharada grande de mermelada no pudiera arreglar. Los alérgicos lo encontraron delicioso, solo con eso soy feliz.

La segunda parte del menú eran mini pizzetas: galletas de arroz (de esas redondas grandes), salsa de tomate, queso vegano, orégano y aceitunas. Esas también volaron (no alcanzó para foto), incluso pidieron repetición.

¡Cha cha chaaaán!

Pipesaurio es un moco eterno, no hay antialérgico que se la pueda. Los últimos fueron rupatadina y bilastina, supuestamente antihistamínicos de última generación. También usamos inhaladores nasales de corticoides, con bajo resultado, además de no ser sostenibles en el tiempo. Lo único que funcionó fue el lavado nasal, arrastró el moco eterno (no sabía que pudiera caber tal cantidad de moco en una nariz tan pequeña) y pudo entrar nuevamente el aire, peeero, es difícil convencerlo de que se lo haga, pues claramente no es agradable respirar agua.

Ante este escenario el inmunólogo pidió exámenes (igE específica) para chequear algunos alimentos: soya, clara, maní, pescado, leche y trigo. Resumiendo, los resultados fueron …

Leche de vaca –

Trigo ++

Balde de agua fría +++++

No esperaba ni un positivo, excepto la leche, pero ahí estaban nuevamente las cruces, inmóviles sobre el fondo blanco. ¡Y la leche no tenía ni una!!!, lo cual no significa que no sea alérgico, solo que la reacción no está mediada por inmunoglobulinas E. El trigo es otro cuento. Recibí la indicación de suspensión inmediata y observar.

Y no suspendí.

Que lo suspendo en diciembre cuando terminen las clases, ay no que viene navidad y las fiestas.

Que los suspendo en el verano, ahí estamos más relajados, ay no que necesito bajar el estrés.

Que empezamos en marzo, ay no que cole nuevo y tanto cambio podemos colapsar.

En verdad, lo que me daba una lata enorme era volver a las ollitas, con cucharas separadas para cada tipo de comida, y lo que más me estresaba era no equivocarme al servir, al revolver, no reutilizar un plato o un cubierto, y lo que más requete más me estresaba, era que a los celíacos les reemplazan el trigo, la mayor parte de las veces, por MAÍZ, si, el archienemigo de la minialérgica.

En algún momento de abril, pasé por el supermercado, compré fideos, pan y galletas sin gluten, y todo comenzó. Las ollitas, las cucharas separadas, servir comida cambiada, ir a servir con la cuchara de la otra olla y sacarla como si me hubiera equivocado metiéndole una culebra en vez de la cuchara. Y por supuesto, tratando (ilusamente) que la diferencia en lo que comemos no fuera tan distinta, pero los años me han enseñado que un fideo espiral sin gluten marca Pompas no es igual que un fideo espiral de trigo marca Pompas.

Pero bueno, con más de un mes de prueba, haciendo aluna excepción el fin de semana, disminuyeron drásticamente los síntomas gastrointestinales (me encanta esta palabra, me acuerdo del cuento Las princesas también se tiran pedos, recomendado). Honestamente, no me sentí ni me siento feliz con el resultado, pero la evidencia es clara.

Ahora venía la pregunta aún más inquietante… ¿estaba o no la alergia a la proteína de la leche enmascarando al trigo? Cha cha chaaaaán. No, ambas coexisten, comprobado empíricamente debido a un desliz del minialérgico (¿deberé empezar a decirle teenalérgico?).

Ahora se viene el test de parche o prick test y tengo miedo torero.

Casi 11 años de historia

He tenido este blog botado, pues sentía que ya no había nada que escribir, nada nuevo que escribir. Me sentía decepcionada de no seguir avanzando, de ser la mamá “repitente” año a año y no conseguir el alta.

Llegó un momento de estancamiento en que no pudimos incorporar los alimentos faltantes (Felipe la proteína de la leche y Gabi el maíz). Podrán decir que es un mejor escenario que años atrás, si, pero estos dos alimentos tienen una amplia presencia en los alimentos, procesados o no, por lo que seguíamos (y seguimos) con muchas restricciones al elegir.

“¿Yo puedo comer de esto?” o “¿Podemos comer nosotros?”, son preguntas que se repiten todas las semanas, desde hace años, y a pesar de la incontable cantidad de veces que digo “No”, aún no se me anestesia el corazoncito cuando debo decir “no” y veo sus caritas de decepción, rabia y tristeza, y por un raro motivo, me siento culpable.

Retroceder nunca, rendirse jamás

Eso decía la película, pero yo ya no puedo decir lo mismo.

Tuve que aceptar retroceder. ¿Rendirse? Eso es otro cuento.

Esto lo encontré archivado en el blog, lo escribí el 2019 y nunca salió.

3 años después esta frase sigue vigente.

Contar esa historia amerita un nuevo post.